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7 mayo 2024

“Me enorgullece haber iniciado el tránsito de mi vida estudiantil al mundo laboral de la mano de ASFC y la JEP”

 

Por: Anamaría Martínez Ramírez

 

Hace un año inicié mis pasantías en ASFC aportando a la extracción y análisis de información de la línea de violencia sexual y basada en género del Grupo de Análisis de Información de la JEP (GRAI) de cara a la apertura del Macrocaso 11 que investigará los crímenes motivados por razón de género.

 

El ejercicio de revisión, sistematización y examen de miles de casos de violencia sexual perpetrados por todos los actores armados, particularmente la Fuerza Pública, transformó mi percepción académica y personal sobre la real importancia del reconocimiento y transformación de la victimización desproporcionada de las mujeres y disidentes sexuales en varios escenarios.

 

Si bien entendía la necesidad de adoptar el lente de género para analizar y dar respuesta a las violencias diferenciadas, a la hora de vincular las narrativas con posibles patrones de macrocriminalidad, resultó evidente el carácter sistemático y transversal de las violencias sexuales y/o basadas en género como factores constituyentes de la guerra misma; la discriminación, el racero binario que margina a la diferencia sexual, la concepción de lo masculino anclada a la violencia y el poder sobre otro vulnerable, son raíces de las estructuras de poder político y cultural que preceden y profundizan el conflicto armado.

 

Gracias a estos aprendizajes, asumo el enfoque de género no solo para la investigación de violencias específicas sobre mujeres, sino como una gran ventana que permite analizar fenómenos claves en el conflicto: la concentración de tierra, el narcotráfico, las lógicas de crimen organizado, el patronazgo, etc. Para entender el porqué y cómo del conflicto colombiano es crucial analizar desde el prisma de las mujeres las dinámicas sociales en los territorios violentados, sea en contextos de control por parte de un actor armado o en zonas de disputa.

 

En ese sentido, si la matriz que reproduce los estereotipos de género, el odio a las formas de ser y sentir distinto, las masculinidades como ejercicio de opresión, etc., hizo fértiles décadas de conflicto y continúa alimentando las salidas bélicas a las diferencias, es lógico entonces, que las garantías de no repetición apuntalen a reparaciones transformadoras que impacten en nuestras formas de socialización, en las maneras de concebir la ciudadanía plena y el derecho a una vida libre de violencias de mujeres y disidentes sexuales.

 

El macrocaso 11 es quizás la oportunidad más importante que tiene el Estado y la sociedad civil de visibilizar y reconocer las violencias normalizadas y abrir una puerta jurídica, política y cultural a la difícil conversación intergeneracional sobre identidades, sexualidad, género y diferencia.

 

Aunque la expectativa es proporcional al derecho de las víctimas a la verdad y justicia, lo cierto es que existen desafíos cruciales que la JEP deberá enfrentar: La apertura tardía del macrocaso que implica celeridad en los procesos, la superación del subregistro de información, la comparecencia voluntaria existiendo más del 90% de impunidad en justicia ordinaria, la participación efectiva y garantista de las víctimas en todas las fases del proceso, la identificación de otros delitos invisibilizados (violencia reproductiva, psicológica, económica) y sus manifestaciones, así como las reparaciones en clave transformadora.

 

Por último, quisiera recalcar el impacto personal de la pasantía.

 

Los ejercicios de sistematización suelen convertirse en una tarea repetitiva y fría; sin embargo, en mi experiencia, lejos de ser una lectura mecánica y de extracción de datos sin color, se trató de un ejercicio reflexivo, sensible y aunque difícil de procesar a nivel emocional, fue un impulso a movilizarse por la verdad y justicia de las protagonistas de esos relatos. Siendo mujer y joven, leer cientos de narrativas de mujeres y niñas víctimas de abuso sexual por parte de hombres armados acantonados cerca a sus casas o escuelas, atraviesa el cuerpo dándole sentido misional a nuestro trabajo. Así debe ser.

 

Sé que los aprendizajes adquiridos los compartiré con amigas y compañeras, jóvenes pares que aportan a la paz desde sus estudios, trabajos y militancias, siempre con apertura a otras visiones que, sin provenir del sector académico o el trabajo técnico, son igualmente valiosas e incluso más productivas a la hora de materializar la paz en los territorios.

 

Me alegra y enorgullece haber iniciado el tránsito de mi vida estudiantil al mundo laboral de la mano de ASFC y la JEP, agradezco la ventana de oportunidad y extiendo mi sincera invitación a todas las estudiantes y profesionales de humanidades y ciencias sociales, especialmente a las politólogas, a que se animen a vivir esta experiencia, les reconfirmará el deseo vital por la defensa de los derechos de las mujeres y la construcción de paz en Colombia.

 

Biografía

 

Anamaría Martínez Ramírez, politóloga de 24 años, radicada en Zipaquirá, Cundinamarca. Intereses académicos orientados a estudios de género y feminismo con énfasis en América Latina; análisis de conflictos, justicia transicional y construcción de paz en Colombia.

 

Sobre el programa de pasantías ASFC y JEP

 

Gracias al financiamiento del Gobierno de Quebec, el programa de pasantías ha permitido que estudiantes de ciencias sociales participen en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Han contribuido a priorizar casos sobre relaciones entre grupos paramilitares y agentes estatales, ejecuciones extrajudiciales y violencia de género. Además de apoyar a la JEP, el programa brinda a los estudiantes la oportunidad de trabajar en temas complejos, promoviendo el desarrollo de sus disciplinas. Esto se evidenció en el foro de cierre, titulado ‘La justicia transicional desde la perspectiva de la juventud’.